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En el siglo XVI español, afirma Kamen, “el racismo fue elevado a sistema de
gobierno” (1). Y en efecto, mediante los Estatutos de Limpieza de Sangre (2) se
practicó “una especie de carrera de obstáculos” (3). No obstante esto, hacia
finales del siglo XVI y principios del XVII miembros de la “casta impura” (de
ascendencia judía) han escalado socialmente (4), y algunos de ellos, sobre todo
los que forman parte de la burguesía mercantil, se han incorporado a los
estratos superiores, después de haber legitimado, de alguna u otra manera (5),
su rango y función.
—————
-
H. Kamen,
La Inquisición
española, p. 140. (El pie de imprenta de ésta y de las demás citas aparece
en la sección “Bibliografía Citada”). Cabe señalar que la discriminación
racial, a través de la limpieza, empezó en el siglo XV (vid. ibid.,
p. 133, así como C. Brault-Noble y M. J. Marc, “La unificación religiosa y
social: la represión de las minorías”, en B. Bennassar, Inquisición
española: poder político y control social, p. 133). El mayor impulso para
la propagación de los Estatutos lo fue la instauración, en 1480, del Tribunal
del Santo Oficio de la Inquisición (vid. H. Kamen, op. cit., p.
134).
-
Había Estatutos de órdenes de
caballería, de colegios mayores, de tribunales, de órdenes religiosas, de
catedrales y capillas, de cofradías y hermandades, de mayorazgos, de tierras y
villas, y para cargos públicos y municipales (vid.
J. Caro Baroja, Los judíos en la España moderna y contemporánea, t. II,
pp. 269-270).
-
M. Bataillon,
Pícaros y
picaresca, p. 242.
-
De acuerdo con Maravall, la
sociedad española conoció, en el periodo señalado, altos índices de movilidad
social, no sólo de descendientes de conversos (vid. J. A. Maravall, “La
aspiración social de ‘medro’ en la novela picaresca”). Para Domínguez Ortiz
este fenómeno se dio durante todo el siglo XVII (vid. A. Domínguez
Ortiz, “La sociedad española en el siglo XVII”).
-
Por ejemplo, mediante la compra de
privilegios de hidalguía.
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Lillian von der Walde Moheno,
“Quevedo y los cristianos nuevos: un estudio sobre
El Buscón”
La nobleza cristiana vieja vio la posibilidad de que se erosionara su sistema
jerárquico, fundado en el estamento. De ahí que haya pregonado el inmovilismo
como base de la estabilidad social (6) e hiciera uso del tradicional
antisemitismo español como medio de defensa ante la nueva amenaza. Después de
todo —según se esfuerza en dictar la ideología hegemónica—, “linaje y nacimiento
son la base del estamento” (7), y esto ciertamente no lo poseían los
descendientes de conversos, por más que varios de ellos pretendieran —en el
pensamiento de los sanguíneamente “limpios”— hacerse pasar por hidalgos
cristianos.
***
La Historia de la vida del Buscón, escrita alrededor de 1604 (8), surge
—como se ha visto— en un momento en el que el sistema de distribución de
individuos tradicionalmente establecido tiende a verse afectado por un fenómeno
ya evidente: la aspiración de medro social de elementos de origen converso. Y es
precisamente este fenómeno el que Quevedo va a tratar en su novela, hecho que se
observa, por ejemplo, cuando hace que su protagonista insista en pretensiones
sociales:
[...] mas yo, que siempre tuve pensamientos de caballero desde
chiquito [...] (9)
[...] como siempre tuve altos pensamientos [...] (p. 14)
[...] ‘Señor, yo ya soy otro, y otros mis pensamientos; más alto pico y más
autoridad me importa tener [...]’ (p. 57)
—————
-
Se remite a los testimonios que a
este respecto presenta Maravall, en art. cit., pp. 592-593.
-
M. Molho,
Semántica y poética (Góngora,
Quevedo), p.114.
-
Adopto la fecha que determina
Lázaro Carreter (vid. Originalidad y Barroco, pp. 117-122, o
bien su “Estudio preliminar” en F. Quevedo. La vida del buscón llamado Don
Pablos, p. liv).
-
F. Quevedo,
Historia de la vida
del Buscón. 2a. reimp., México, UNAM, 1983, p. 11. Todas las citas del
texto corresponderán a esta edición. Unicamente anotaré la página entre
paréntesis.
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Lillian von der Walde Moheno,
“Quevedo y los cristianos nuevos: un estudio sobre
El Buscón”
[...] crecíame [...] el deseo de verme entre gente principal y caballeros [...]
(p. 89)
Sin embargo, el personaje converso no utilizará sino los medios más ruines para
lograr sus objetivos. Y es que para Quevedo, como para la mayoría de los
españoles “limpios”, la mala sangre se hereda. Efectivamente, el común de los
hombres de ascendencia cristiana de los siglos XVI y XVII consideraba axiomático
no sólo que “por generaciones, los marranos habían sido cristianos sólo de
nombre” (10), sino que además juzgaba que “en la masa de su sangre llevaban
heredados una serie de vicios concretos” (11). Quizá, para ilustrar lo dicho,
sea conveniente recordar el Tractatus bipartitus de puritae et nobilitate
probanda, escrito ya en la época de Felipe IV por Juan Escobar de Corro.
Para este autor, el bautismo no puede lavar los pecados de los antecesores
judíos, y la “infección” de la sangre siempre es heredada (12).
Quevedo, al hacer de Pablos un tipo despreciable, viene a afirmar la
noción de la marca de sangre, pero también se pone al servicio de la clase
dominante que procura reservar para sí los privilegios de honra y poder.
Asimismo, el escritor intenta cercenar la lucha de cristianos nuevos que, como
Mateo Alemán, defendían el criterio de la virtud del hombre y no de la sangre
(13).
—————
-
E. Glaser, “Referencias antisemitas
en la literatura peninsular de la Edad de Oro”, p. 54.
-
J. Caro Baroja,
op. cit., t.
II, p. 305.
-
Vid. H. Kamen,
op. cit.,
p. 140 y J. Caro Baroja, op. cit., t. II, p. 304. Otro documento
—aunque exacerbado— que revela el pensamiento de los cristianos viejos en
relación con la herencia sanguínea es la Historia de la vida y hechos de
Carlos V, de fray Prudencio de Sandoval. Copio una pequeña parte del
texto: “¿Mas quién podrá negar que en los descendientes de judíos permanece y
dura la mala inclinación de su antigua ingratitud y mal conocimiento,
como en los negros el accidente inseparable de su negrura? [...] El judío no
le basta por ser tres partes hidalgo, o cristiano viejo, que sola una raza lo
inficiona y daña, para ser en sus hechos, de todas maneras, judíos dañosos
por extremo en las comunidades”. (Cit. en J. Caro Baroja, op. cit.,
t. II, p. 306. Énfasis míos).
-
La corriente que postulaba el
derecho del hombre a dar principio a su linaje
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Lillian von der Walde Moheno,
“Quevedo y los cristianos nuevos: un estudio sobre
El Buscón”
En Quevedo, ciertamente, ni un solo converso puede tener virtud. Basta ver cómo
representa a los cristianos nuevos. Y empecemos por la madre de Pablos, “Aldonza
de San Pedro, hija de Diego de San Juan y nieta de Andrés de San Cristóbal” (p.
9). La conglomeración de apellidos no deja lugar a dudas sobre su origen (14),
pero como si esto no fuera suficiente, el autor se torna redundante al asentar
lo siguiente: “sospechábase en el pueblo que no era cristiana vieja” (p. 9).
Esta mujer es, en pocas palabras, confesa, bruja, prostituta y alcahueta. Sobre
Clemente Pablo, el padre, se nos dice que es un barbero ladrón que ha tenido que
vérselas con el Santo Oficio (15). Y del dómine Cabra (16) obtenemos la
caracterización de un clérigo cuya avaricia lo lleva a ser hambreador, asesino y
suicida.
—————
por medio de la virtud (vid.
lo expresado por García Palacio o por Mexía, apud. Maravall, art. cit.,
pp. 595-596), era aún minoritaria. Sin embargo refleja que los fundamentos de la
vida tal como se acostumbraba llevar desde fines del siglo XV, estaban siendo
cuestionados y, por ende, el sistema empezaba a entrar en una crisis de
conciencia que irá agravándose durante el XVII.
-
Los judíos, de acuerdo con el día
en que la conversión ocurría, ponían su linaje bajo el patronazgo de una
advocación cristiana: San Pedro, Santa María, Santa Fe, Espíritu Santo, etc. (vid.
nota al pie de Américo Castro en su edición de la Historia de la vida del
Buscón, p. 16; Bataillon, op. cit., p. 233; C. H. Rose, “Pablos’ damnosa heritas”, p. 96, y J. Caro Baroja,
op. cit., t. I, p. 294).
-
Para Iventosch, el nombre Clemente
Pablo sugiere ascendencia conversa (vid. “Onomastic invention in the Buscón”, p. 30). Pero lo que inclina a verlo como cristiano nuevo es el
oficio (vid. C. H. Rose, art. cit., pp. 95-96). J. Caro Baroja, después
de hacer un recuento de las profesiones que dicen ejercer los procesados por
la Inquisición de Toledo, señala que “no abundan tanto como se podría suponer,
los referentes a cirujanos y barberos [...], que son oficios considerados
[...] muy propios de judíos” (op. cit., t. I, p. 354).
-
El origen converso de Cabra se pone
de manifiesto con:
-
El cabello bermejo,
como el de Judas.
-
La avaricia. Avaro y
judío son casi sinónimos. Caro Baroja (op. cit., t. I, p. 85) refiere que
hay un gran número de refranes que aluden a la avaricia del judío.
-
El hecho de que haya
añadido tocino a la olla, “por no sé qué que le dijeron un día de hidalguía” (p.
24).
-
El apellido. “Como es
sabido —dice Márquez Villanueva—, son muy abundantes entre los judíos toda
suerte de apellidos consistentes en nombres de animales”. Y en nota al pie
indica: “Entre nuestras notas sobre el particular tenemos documentados los
siguientes apellidos, usados por judíos o indudables conversos:
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Lillian von der Walde Moheno,
“Quevedo y los cristianos nuevos: un estudio sobre
El Buscón”
Existen, en el libro, otros conversos; todos igual de bajos. Así aparece un
ventero morisco, cómplice de rufianes; un huésped —moro también— quien como todo
“impuro” no tiene “buena ley” (p. 37); un embaucador parásito —don Toribio— que
se hace pasar por hidalgo (17); un “Tal Blandones de San Pablo” (p. 126),
carcelero corrupto, y una familia —Coronel— que pretende engañar a Pablos al
creerlo caballero (18).
Quevedo, pues, condena a la abyección a todo cristiano nuevo; pero
además, impugna la pretensión del converso de trascender su condición social.
Cada vez que el pícaro trata “negar la sangre” (p. 93) para hacerse de posición
y honra, no encontrará sino el fracaso. Sus intentos de cambiar de estado social
terminan siempre en sarcasmos, ante la evidencia de su impureza racial, esto es,
de su bajeza.
Por ejemplo, Pablos decide estudiar en una universidad —hecho que desde
luego representa la expoliación de uno de los
—————
Azor, Bicha, Cabra, Cabrit, [...]”
(F. Márquez Villanueva, Investigaciones sobre Juan Álvarez Gato, p. 47).
-
Para Molho, don Toribio y sus
compañeros son cristianos viejos (vid. op. cit., p. 111); sin
embargo, el texto permite sospechar todo lo contrario. Don Toribio dice a
Pablos que en la corte “hay unos géneros de gentes (como yo), que no se les
conoce raíz ni mueble ni otra cepa de la que decienden los tales. Entre
nosotros nos diferenciamos con diferentes nombres: unos nos llamamos
caballeros hebenes; otros hueros, chanflones, chirles, traspillados y caninos”
(p. 97). Este párrafo ha llevado a Mc Grady a afirmar el origen “impuro” del
personaje (vid. “Tesis, réplica y contrarréplica en el Lazarillo,
el Guzmán y el Buscón”, p. 242). La siguiente cita, también,
hace dudar de la ascendencia “limpia” de don Toribio: “¿Qué diré del mentir?
Jamás se halla verdad en nuestra boca: encajamos duques y condes, unos por
amigos y otros por deudos” (p. 100). Por último, hay que pensar en el apellido
Jordán. Claramente éste “evoca el recuerdo de Palestina, junto con todas las
demás asociaciones desagradables que encerraba la mención de este país” (Mc
Grady, art. cit., p. 242).
-
El apellido Coronel era muy
conocido en Segovia —de donde son Diego Coronel y Pablos. Abraham, poderoso
judío de esa localidad, pidió este apellido —de linaje antiguo, casi
desaparecido— a la Reina Católica (vid. J. Caro Baroja, op. cit.,
t. I, p. 294 y el interesante ensayo de Molho, op. cit., sobre todo en
las páginas 104-108).
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Lillian von der Walde Moheno,
“Quevedo y los cristianos nuevos: un estudio sobre
El Buscón”
privilegios de los cristianos viejos—(19) y es reconocido como “nuevo”. Su
insolencia se castiga mediante insultos, escupitajos y bromas en verdad
asquerosas.
Como dice Rose, “to emphasize the uncleanliness of the bloodlines and the
sordidness of the situation [la usurpación de casta por parte de un marrano],
from time to time Quevedo literally plunges Pablos into filth, a reminder that
the scatological constitutes an inherent component of his world” (20).
Otros pasajes de la novela también son reveladores: Pablos deja de servir, y
acaba en la cárcel; se apropia de títulos de caballero (“señor de Valcerrado y
Velorete”, p. 132), y termina siendo apaleado; se sube a un caballo, y finaliza
tirado en el suelo. Sí, se ve en el suelo porque “perteneciendo al caballero el
uso exclusivo del caballo” (21), él intenta apropiarse de una honra que no le
corresponde.
La primera cabalgata funesta sucede durante las Carnestolendas (22). El
Pablos niño ha ascendido a “rey de gallos” —con caballo y espada— en un festejo
cristiano. Para situarlo en su justo lugar, como impuro que es, el niño después
de haber sido golpeado e injuriado, cae en medio de la inmundicia (23). En el
—————
-
Se recuerda que había Estatutos de
Limpieza en casi todas las universidades (vid. H. Kamen, op. cit.,
pp. 133-139). Aunque como no hay obstáculo que no pueda vencerse, había muchos
descendientes de judíos que estudiaban en las universidades, después de haber
logrado limpiar su genealogía mediante sobornos u otro tipo de fraudes. Cabe
indicar que el decreto de 1522, relativo a la prohibición de otorgar grados a
conversos en algunas universidades, excluía a la de Alcalá (a la cual asiste
Pablos). Las fuentes consultadas no especifican la existencia de algún
Estatuto en esa institución educativa, a fines del siglo XVI y comienzos del
XVII.
-
Art. cit., p. 96.
-
V. G. Agüera, “Nueva interpretación
del episodio ‘rey de gallos’ del Buscón”, p. 39.
-
Carnestolendas inicia el ciclo
litúrgico de cuaresma, pasión y resurrección de Jesús.
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Es muy significativo que Pablos
asocie su desgracia con la madre (p. 17). Se da cuenta que no puede gozar de
orgullo y honor siendo descendiente de conversos. Es quizá ésta una de las
razones que lo lleva a negar su sangre (frecuentemente usará nombres
cristianos) y a trasladarse donde nadie lo conozca.
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“Quevedo y los cristianos nuevos: un estudio sobre
El Buscón”
otro episodio a caballo, Pablos —que se hacía pasar por hidalgo— se ve arrojado
a la tierra frente a los ojos de su dama. Su caída, pues, puede ser entendida
como un escarmiento por la estafa de honra que llevaba a cabo.
Como se ve, Quevedo trata muy mal a su personaje cada vez que éste
usurpa hidalguía, o en otros términos, cada vez que se apropia de honra y
virtud. Tales dignidades provenían de los antiguos caballeros que habían logrado
reconquistar España (24); por tanto, eran patrimonio de la antigua nobleza y no
había que permitir que nociones de orgullo y honor se infiltraran —como de hecho
estaba sucediendo— en castas que el orden social vigente, de una u otra forma,
intentaba marginar. Nuestro escritor, así, reafirma el pensamiento que, hacia
1600, públicamente expresaban hombres como Salucio, Cabrera y Sigüenza: los
judíos y los moros, “siendo todos gente baxa” (25), no debían aspirar a
consideraciones propias de otra casta.
Pero en
El Buscón la sátira mordaz y corrosiva contra toda
aspiración de medro rebasa la defensa del privilegio de honra para los
cristianos. Quevedo, testaferro de la ideología e intereses de la nobleza
cristiana vieja, denuncia y censura la dinámica social que se presenta durante
el reinado de Felipe III (26). Esta dinámica supone la incorporación de
descendientes de conversos en los cenáculos de la Corte, hecho que no sólo merma
el sistema jerárquico, sino que amenaza las prebendas de las que goza el grupo
que ostenta la hegemonía.
Así, pues, las vicisitudes del pícaro segoviano no son más que
—————
Sin embargo, sus mismos actos lo
revelarán —en la mentalidad de Quevedo— como judío.
-
Vid.
Brault-Noble y Marc, en Bennassar, op. cit., p. 133.
-
Palabras de Salucio, cit. por
Américo Castro en De la edad conflictiva, p. 155.
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La movilidad vertical de cristianos
nuevos en parte se debe a que el sistema socioeconómico se hallaba debilitado
(se recuerda la bancarrota sufrida durante el reinado de Felipe II). Este
relajamiento del sistema, como asienta Caro Baroja, abrió un “campo
insospechado a los judíos” (op. cit., t. II, p. 54). No hay que olvidar
tampoco, la muy considerable afluencia de poderosos judíos conversos
portugueses durante el periodo que se trata.
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Lillian von der Walde Moheno,
“Quevedo y los cristianos nuevos: un estudio sobre
El Buscón”
un mensaje previamente codificado y fácilmente descodificable, dirigido al grupo
en el poder: se requiere una impermeabilidad entre estados sociales; hay que
cerrar canales ascendentes. Mensaje de una conciencia aristocrática y
conservadora, que busca que la sociedad estamental se petrifique.
Bibliografía citada
Agüera, Victorio G,. “Nueva interpretación del episodio ‘rey de gallos’ del
Buscón”, Hispanófila, XLIX (1973), 33-40.
Bataillon, Marcel, Pícaros y picaresca. Trad. de Francisco R. Vadillo.
Madrid, Taurus, 1969. 252 pp.
Brault-Noble, C. y M. J. Marc, “La unificación religiosa y social: la represión
de las minorías, en Bartolomé Bennassar, Inquisición española: poder político
y control social (1979). Barcelona, Crítica-Grijalbo, 1981.
Caro Baroja, Julio, Los judíos en la España moderna y contemporánea.
Madrid, Arión, 1961, t. I: 540 pp., t. II: 462 pp. (tres tomos).
Castro, Américo, De la edad conflictiva (1961). 2a. ed., Madrid, Taurus,
1963. 279 pp.
Domínguez Ortiz, Antonio, “La sociedad española en el siglo XVII”, en Francisco
Rico, dir., Historia y crítica de la literatura española. T. III: Bruce
W. Wardropper, Siglos de Oro: Barroco. Barcelona, Crítica-Grijalbo, 1983.
Glaser, Edward, “Referencias antisemitas en la literatura peninsular de la Edad
de Oro”, Nueva Revista de Filología Hispánica.
VIII (1954), 39-62.
Iventosch, Herman, “Onomastic invention in th
Buscón”, Hispanic Review,
XXIX (1961), 15-32.
Kamen, Henry, La Inquisición española (1965). 2a. ed. Trad. de Enrique de
Obregón. Barcelona, Crítica-Grijalbo, 1980. 325 pp. (Temas Hispánicos, 63).
Lázaro Carreter, Fernando, Estilo barroco y personalidad
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Góngora, Quevedo, Lope de Vega. Salamanca, Anaya, 1966. 200 pp.
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llamado Don Pablos. Salamanca, CSIC, 1965.
Antonio Maravall, José, “La aspiración social de ‘medro’ en la novela
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Márquez Villanueva, Francisco, Investigaciones sobre Juan Álvarez Gato.
Madrid, Real Academia Española, 1960. 501 pp. (Anejos del Boletín de la Real
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Mc Grady, Donald, “Tesis, réplica y contrarréplica en el
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Lillian von der Walde Moheno,
“Quevedo y los cristianos nuevos: un estudio sobre
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Molho, Maurice, Semántica y poética. (Góngora, Quevedo). Barcelona,
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Quevedo, Francisco de, El Buscón. Nuevo texto editado y comentado por
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Rose, Constance Hubbard, “Pablos’ damnosa heritas”,
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Datos
de publicación: Lillian von der Walde
Moheno,
“Quevedo y los cristianos nuevos: un estudio sobre
El Buscón”, en Signos.
Anuario de Humanidades 1992, t. I. Universidad Autónoma Metropolitana -
Iztapalapa, México, 1993, pp. 275‑283. © |
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